A doña Helene,
cuya aplastante e
incomprensible
ausencia no ceja.
Parte I
Después de unas semanas la escena se volvió cotidiana. A las siete de la tarde, todos los días, un pequeño ejército de voluntarios empezaba a hacer los preparativos necesarios para bombear 3000 litros de agua de mar a una pequeña piscina, distante 70 metros de la playa. El objetivo era el de proveer de agua fresca a nuestra huésped del Pacífico norte mexicano: Pánfila, un lobo marino hembra.
El 28 de abril de 1997 Gilberto Anzo y dos compañeros pescadores llegaron a la Casa Marina, portando en una hamaca improvisada con un trozo de tela rahída y vieja algún animal en problemas, de los que diariamente se reciben ahí. La Casa Marina es un pequeño edificio junto a la Plaza Principal, que alberga a un conjunto de negocios de artesanías y cafeterías. Ahí mismo se encuentran las instalaciones de la Sociedad Protectora de Animales de Zihuatanejo (SPAZ). Esta es una organización dirigida por Helene Krebs y sus familiares que se desempeñan como voluntarios permanentes, juntos se han dado a la tarea desde hace 14 años de mitigar el dolor innecesario de los animales domésticos sin hogar que llegan a sus manos y a rescatar y rehabilitar especies silvestres.
La tarea no era fácil, había que colocar un bidón de 200 litros muy cerca de la orilla del agua, una bomba de agua de ¼ de caballo de fuerza sobre una silla cerca del bidón, extender una manguera de 2 pulgadas sobre una distancia de 70 metros, conectar dos extensiones eléctricas para trabajo pesado al alumbrado público del malecón; y, antes, vaciar, limpiar la piscina y el área circundante de lo que fue el hogar temporal de Pánfila durante dos meses. Una vez iniciado el bombeo, tomaba de 20 a 25 minutos llenar la piscina, y durante este tiempo había que mantener lleno el bidón acarreando agua constantemente con cubetas del mar. Finalmente se enjuagaba todo con agua dulce el material utilizado, incluido hacer funcionar la bomba brevemente con agua fresca para evitar la corrosión. Tomaba mucho más tiempo instalar, recoger y enjuagar todo el equipo que el bombeo en sí.
Pipina Morán acudió a los toquidos en el portón donde se encuentra el letrero de la SPAZ. Por un momento pensó que se trataba de un cocodrilo, que abundan en la región, pero al depositar el bulto en el suelo y desenvolverlo, fue Helene Krebs quien confirmó que se trataba de una "foca". La voz corrió rápidamente: había llegado una "foca" a la Casa Marina. A los pocos minutos las instalaciones de la SPAZ se encontraban muy concurridas por personas interesadas en conocer al extraño animal, entre ellos Juan Barnard, José Martínez, Silvestre Pacheco y todos los familiares y empleados de la Casa Marina.
Su alimentación fue la pieza fundamental de su recuperación. Para fortuna de Pánfila y de las personas que se encargaron de ella, la Casa Marina, y por ende la SPAZ, se encuentran estratégicamente ubicadas justo en el sector de la playa Principal donde arriban los cayucos que diariamente proveen de pescado a la industria turística y para el consumo de la población. Esta responsabilidad recayó principalmente en Pipina Morán, quien durante semanas, rayando el alba se acercaba a los tarrayeros en la playa para obtener el pescado mas fresco. De esta forma desarrolló un profundo conocimiento de sus preferencias y hábitos. Por ella sabemos de su desagrado por el huachinango, ronco, sardina, lisa, anchoveta, filete de pez vela, filete o trozos de sierra u ojotón. Su dieta básica y única fue el ojotón entero y muy fresco, pues tenía la capacidad de detectar y rechazar los peces del día anterior o lastimados.
Qué hacía este animal en estas latitudes? Sabíamos que no pertenecía a esta región, el último avistamiento de esta especie fue en 1995, cuando una pareja de ellos se instaló en los Morros de Potosí, promontorios rocosos a 11 millas al SE de Zihuatanejo. Su presencia atrajo la atención de locales y turistas por igual ante lo inusitado de su aparición. Semanas mas tarde fueron acribillados por pescadores que argumentaban que robaban pescado de sus trasmallos. Gilberto Anzo reportó que el especimen que ahora entregaba a la SPAZ fue capturado o encontrado cerca de Puerto Vicente Guerrero, a 65 kms de Zihuatanejo en dirección de Acapulco. Elementos de la Armada de México, destacamentados ahí, lo mantuvieron a la sombra bajo un camión durante una semana, hasta que Anzo los convenció de trasladarlo a la SPAZ.
La llegada de este mamífero marino representaba un nuevo reto a la SPAZ en su más de una decada de experiencia con diferentes especies. Uno de ellos fueron las instalaciones para alojarlo dados sus características y requerimientos. Debido a las condiciones de debilidad en que llegó se le procuró aislar para atenderla mejor, esto se logró instalándola temporalmente en el quirófano de la Sociedad. Al mejorar, paulatina pero notablemente, durante los siguientes 17 días e incrementando su necesidad de espacio por su creciente movilidad, se reunirió pensar en un alojamiento mas adecuado. La iniciativa de Rashid Gómez, Rodrigo Rodríguez Jr., Martín Vega y Juan Barnard permitió resolverlo; en pocas horas y con materiales improvisados circundaron un perímetro de 15 m2 con una piscina de fibra de vidrio dentro de 2 x 3mts x 70cms de profundidad, facilitada por la familia Akell.
Pánfila llegó a la SPAZ en un estado deplorable, al borde de la muerte. Con 1.14 mts de longitud pesaba únicamente 20 kgs (las hembras de su especie llegan a pesar entre 40 y 45 kgs). Su grado de deshidratación era grave, inapetente, a través de la piel se percibían sus costillas, las vértebras de la columna y los huesos de la pélvis. Parecía que se abandonaba a si misma, indiferente al lugar o a las personas que la rodeaban. Largas horas se mantuvo en una sola posición, con sus miembros en forma de aleta bajo el cuerpo y los ojos cerrados; por momentos pensamos que había muerto. Intentamos ofrecerle pescado sin ningún resultado. Sabíamos que necesitaba rehidratarse urgentemente, y se le suministraron electrolitos oralmente. Ante su negativa a probar bocado ideamos utilizar una licuadora para hacer una especie de atole de ojotones, forzándola a comer un poco a la vez con una cuchara larga de madera.
En esta primera etapa de su estancia en la SPAZ, diecisiete días dentro del quirófano, fue la más preocupante por su salud y donde aprendimos más sobre ella. El primer día, probablemente debido a su debilidad, permitió que la pesáramos, la medimos y le hicimos una inspección general descubriendo que era hembra. Con información proporcionada por el Centro de Mamíferos Marinos en Sausalito, California, le tomamos sus signos vitales básicos como temperatura corporal, frecuencia cardiaca y respiratoria, encontrándola dentro de los rangos aceptables. Se instaló una pequeña tina de plástico que se turnaron para llenar diariamente con agua de mar empleados y voluntarios. Queremos pensar que debido a los electrolitos suministrados, el mismo día de su llegada reunió la energía suficiente para introducirse en el agua de la tina, subirse a una jaula junto, sacudirse y lamerse el costado.
Inmediatamentenos pusimos en contacto con el Zoológico de Chapultepec en la ciudad de México y con el Centro de Mamíferos Marinos en los EE.UU. para asesorarnos y guiarnos en su atención. La Dra. María Elena Hoyo, directora del zoológico en México, se mostró interesada desde el principio y con refirió con el Dr. Solórzano, encargado de los mamíferos marinos del mismo zoológico. En ambos casos mantuvimos una comunicación constante durante los dos meses y medio de su estancia. Junto con ellos dedujimos que se trataba de un león o lobo marino californiano (Zalophus californianus), y por su tamaño el Dr. Solórzano pensó que se trataba de un ejemplar de un año de edad. Supimos entonces que había reportes de avistamientos de esta especie tan al sur como Chiapas. Pánfila nos tenía reservada una sorpresa en cuanto a la clasificación que habíamos hecho de su especie.
A partir de que empezó a comer, aunque forzada, nuestra siguiente preocupación fue el de observar si orinaba y defecaba, lo que nos constataría el funcionamiento de su aparato digestivo. A pesar de su estado, alimentarla y proporcionarle electrolitos representaba el accionar de dos o tres personas a la vez. Una persona le sostenía la cabeza y abría la boca, otra desde atrás le impedía que se retirara, y la tercera le suministraba el alimento y los electrolitos. De esta forma solo ingería dos o tres porciones de alimento y había que repetir la maniobra hasta en cinco ocasiones en un día. Después mejoramos nuestra técnica y simplificamos la alimentación. En lugar de alimentarla con el licuado de ojotones por un lado y los electrolitos por otro, ¡Licuamos los ojotones con los electrolitos! Y en una sola dósis le proporcionábamos los dos. Gracias a la experiencia y perseverancia de doña Helene, también dejamos de luchar con ella para abrirle la boca, lo que era desgastante para Pánfila y los enfermeros en turno, recurriendo a la paciencia y el convencimiento con mejores resultados. Orinó el mismo día que llegó y nos tranquilizó saber que sus riñones funcionaban. Pero no fue sino hasta el 2 de mayo que defecó por primera vez. Difícilmente habrán heces fecales mejor esperadas que éstas, el personal que la atendía sonrió y brindaron por tan feliz acontecimiento.
Las primeras indicaciones desde los EE.UU. y la Ciudad de México sugerían fuertemente que en caso de que Pánfila estuviese muy débil seria necesario aplicarle electrolitos por vía intravenosa y tendríamos que alimentarla a través de una sonda gástrica. Nos preparamos para hacerlo, pero cuando esperamos un poco para observar como reaccionaba ya no fue necesario. Lo que sí hicimos bajo sus indicaciones fue administrarle vitaminas del complejo B oral e intramuscularmente. Eliminamos la cuchara larga de madera para alimentarla y la sustituimos por una jeringa de 50 cc, con una cánula metálica que proporcionó el MVZ Rafael Lobato y que dió excelentes resultados. Para el día 30 de abril aceptó pequeños trozos de pescado, empujándoselos garganta abajo con el mango de la cuchara de madera.
Recreando la estancia de Pánfila a través de la bitácora que se elaboró día tras día, para registrar sus avances (y retrocesos), pareciera que todo se sucedió aceleradamente y que los retrocesos fueron mínimos. Sin embargo entonces la primera semana de su estancia fue la mas larga. El día 1 de mayo fue memorable, por llevarse a cabo el tradicional desfile de trabajadores y en su recorrido pasan justo bajo las ventanas del quirófano de la SPAZ. Helene Krebs se encontraba con ella en esos momentos y relata que al escuchar acercarse la marcha empezó a querer escalar frenética las paredes hacia las ventanas, después trepó a un mueble de 90 cms de altura junto al lavabo, luego a éste, mientras golpeaba los cristales con sus miembros anteriores y, por primera vez rugía al mismo tiempo, en un claro intento por salir. Hasta ahora no estamos seguro que fué lo que la alarmó: si el tumulto y las consignas; las bandas de guerra y la música estruendosa; la voz del maestro de ceremonias; o todo a la vez combinado. Esto se prolongó durante 15 minutos y cuando concluyó el desfile se apaciguó poco a poco. Este día también comió varios peces enteros por primera vez por si sola.
El 2 de mayo presentó un cuadro con nuevos síntomas que nos alarmaron. Dado que el día anterior comió ya varios peces enteros, pensamos ahora que no habiendo comido casi nada durante más de dos semanas su aparato digestivo se sobrecargó y le produjo una serie de contracciones rápidas del abdomen bajo y un ligero prolapso anal. Al día siguiente amaneció deprimida y sin apetito, mas tarde se le obligó a comer pequeños trozos de pescado y se le observó mejor en la noche. El día 4 de mayo ya comía nuevamente peces enteros por su cuenta, pero extremamos las precauciones para no sobrealimentarla; ahora ruge para pedir alimento y sigue a las personas que entran al quirófano. Cabe mencionar que durante estos días Natalia Rodríguez reporta, hasta en tres diferentes entradas de la bitácora, que lame el suelo mojado y da sorbos de agua salada, en contraposición de la literatura especializada que indica que no toman agua directamente sino que la ingieren con el pescado que consumen.
Su apetito y consumo de peces fue en aumento, en su última mañana en el quirófano engulló 22 ojotones. Su traslado a instalaciones mas amplias y ventiladas era ya una necesidad. Desde su estancia en el quirófano comprobamos que defecaba indistintamente fuera o dentro del agua, pero prefería dentro, así como orinar. También descubrimos ahí que a pesar de haber salido del agua recientemente, a los pocos minutos de reposar en el piso se desprendía de su cuerpo una sustancia color café de fuerte olor amoniacal. Ya aquí la empezaron a visitar todo tipo de personas interesadas en conocerla, en gran parte debido a que la noticia llegó a la prensa local, un programa radiofónico y a un reportaje realizado por el corresponsal de TV Azteca en Zihuatanejo.
El 15 de mayo por la tarde Pánfila ocupó sus nuevas instalaciones. Dos días antes había mordido levemente en el antebrazo izquierdo a Rodrigo Rodríguez Jr., cuando este intentaba levantarla para pesarla por segunda vez, así nos mostró su recuperación y lo apta que se encontraba para mudarse. Para trasladarla, la llevamos -atraida por un pez- hasta el centro de una sábana colocada en el suelo, levantamos los extremos y torciéndola un poco le hicimos otra hamaca cerrada; en poco menos de dos minutos recorrimos los 50 metros desde el quirófano y la depositamos en su nueva casa.
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